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La colombiana Elisa Estévez tiene 17 años y ya puede decir que es escritora; mientras sostiene entre las manos su primera novela publicada parece tímida, pero la voz le suena firme para reivindicar que los jóvenes también deben tener un espacio en la literatura.

«Hay un tabú ante que los jóvenes hablen de la juventud», lamenta Estévez, quien ganó la primera edición del «Premio de novela jóvenes talentos» otorgado el pasado septiembre por la editorial española Planeta y la Librería Nacional de Colombia.

La galardonada comparte estas reflexiones con otros participantes del concurso literario, todos menores de edad y con vocación de escritores, quienes se reunieron esta semana en una Librería Nacional de Bogotá.

Andrés Currea, uno de ellos, subraya que «algunos autores adultos ridiculizan al adolescente» a partir de una «imagen falsa» y «general» de la juventud; «muchas veces el adulto piensa que los adolescentes de hoy en día son distintos al adolescente que él mismo fue», añade.

Andrés y Elisa comparten un grupo de Whatsapp con unos cuantos participantes más del concurso, una herramienta para mantener el contacto con los jóvenes que enfrentarán sus mismas dificultades al intentar abrirse paso en el mundo de la literatura.

«El futuro no me asusta, pero tengo claro que puede ser muy difícil», reconoce la escritora, que asegura tener muchos proyectos en mente a los cuales destinará el grueso del dinero del premio.

Andrés, igual que Elisa, promete «no dejar de escribir» aunque admite que «pensar en la posibilidad de vivir de eso es como ponerse a caminar en una niebla hermosa. Una niebla que te fascina pero que no te deja ver a dónde vas».

En su conversación fluyen los referentes de la literatura y el arte como Michael Ende, Vladimir Nabokov o Leonard Cohen, que los jóvenes nombran con una familiaridad y un aplomo sorprendentes.

El gerente general de la Librería Nacional, Felipe Ossa, que acompañó al grupo, se declara esperanzado por la iniciativa de los chicos y reconoce que «uno cree que los jóvenes no leen y mucho menos escriben (…) pero resulta que sí lo hacen».

La librería colombiana regaló a Elisa Estévez cien libros de su elección, y la mano de la joven escritora seleccionó entre titubeos libros como «Rojo y negro», de Stendhal; «Un mundo feliz», de Aldous Huxley, y más de tres ejemplares de Julio Cortázar, un autor con quien sintió «amor instantáneo» y que cita como referente.

La escritora describe con precisión y belleza su aproximación a la escritura: «Es como un científico ocioso, enamorado, que quiere observarlo todo. Es ese amor por observar».

Elisa considera que las dificultades de los jóvenes para conectarse con el arte «empiezan en la educación convencional», que funciona con un «afán de aplanarnos que nos cierra».

Ella misma abandonó el colegio para dedicarse plenamente a la ilustración, la escritura, y otras disciplinas artísticas.

La obra de Estévez, «Atala y Elisa», le surgió en una mañana, cuando se levantó y vio «una línea que debía seguir (…) como si estuviera percibiendo el tiempo de otra forma. Entre más escribía, más quería escribir».

Sin embargo, el proceso de escritura también requirió planificación y organización, ya que si la joven «no estaba escribiendo inspirada, estaba corrigiendo».

«Atala y Elisa» ganó a más de cien autores que enviaron sus borradores al jurado del galardón.

El centenar de proyectos llegó desde todos los rincones de Colombia, una cifra impresionante si se tiene en cuenta que los autores eran menores de 19 años capaces de escribir novelas de más de 150 páginas.

El concurso se repetirá este año debido al éxito de la primera edición.

Elisa lanza una recomendación para los aspirantes de la segunda convocatoria: «Sean lo más honestos posibles (…) Ustedes ya lo tienen por dentro. Encuentren en ustedes mismos algo muy valioso».