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Publicado 10 septiembre, 2017

Tambores y calor Caribe se impusieron en la misa del papa en Cartagena

El sabor de los tambores, la alegría de la gente y sol benévolo que no logró amainar el calor Caribe se impusieron en la misa campal del papa Francisco en Cartagena de Indias, con la que cerró una maratoniana visita a Colombia.

Después de multitudinarios recorridos en Bogotá, Villavicencio y Medellín, Francisco aterrizó en helicóptero en la Terminal de Contenedores de Cartagena (Contecar) para encontrarse con más de 280.000 almas que aguardaron por el obispo de Roma desde las primeras horas del día y entre pedidos para que las amenazantes gotas de lluvia no se convirtieran en un aguacero.

La aparición del papamóvil en la explanada de la zona portuaria cartagenera desató una euforia entre asistentes, quienes ondeaban banderas o no dejaban de aplaudir a un Francisco que llegó a Cartagena con un mensaje de dignidad de las personas y la defensa de los derechos humanos.

Es por ello que el vicario de Cristo estuvo acompañado en su eucaristía por las reliquias de la santa María Bernarda Bütler y san Pedro Claver, un sacerdote jesuita al igual que el papa y quien se convirtió en una voz que condenó fervientemente la esclavitud.

«Estamos huérfanos de derechos humanos, en nuestro medio son literalmente inexistentes», dijo a Efe Jorge Ruiz Romero, un licenciado en filosofía y letras que se paseó en medio de los feligreses con globos plateados que formaban la palabra paz, buscando llamar la atención de pontífice y los asistentes.

Ruiz explicó su mensaje como un pedido para sus nietos crezcan en paz, ya que admitió que esta generación y a la que él pertenece recién empiezan a conocerla.

También se sumó al deseo de paz Yomaira Díaz, una mujer de 61 años, que además pidió por la vecina Venezuela, actualmente golpeada por una aguda crisis, y su hijo, que, aseguró, reside en España.

«Que todos estemos en unión y en conciliación con el Señor», clamó esta mujer.

Luciendo una manta rosada y un sombrero tejido, típicos de la etnia wayúu, que se asienta en La Guajira, situada en la frontera entre Colombia y Venezuela, Maibel Martín pidió por los departamentos que están en crisis, en especial el suyo, asolado el año pasado por una intensa sequía.

«Que nos ayude a todos los guajiros y más a los wayúu», agregó esta mujer que viajó desde esta desértica región caribeña acompañada por varios familiares.

Casi en primera fila, Juan Ochoa, que llegó acompañado por su esposa y dos hijos, celebró la visita del papa, así como «el orden, la cultura» que exhibieron los colombianos en los cinco días de visita del papa.

Ochoa pidió además que a Colombia no la tilden «de narco» sino un país «de gente buena» y «que tiene unos grandes sentimientos de paz».

En el gigantesco espacio donde se desarrolló la misa también destacaron banderas de México y Perú, una de ellas traída por Yeisy y siete amigas que clamaron por la paz.

Así entre palmas que acompañaban las alegres piezas y momentos de recogimiento en los que el silencio imperaba, el papa concluyó una misa con sabor Caribe que será inolvidable para los cartageneros y colombianos en general.

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