Estudié publicidad en la universidad y soy cocinero de corazón desde los 12 años. Desde niño siempre me gusto la cocina, los olores y sabores de la abuela Francia, quien fue la persona que me crió, pero la inquietud de aprender vino por mi tío padrino, Jorge Revollo, quien comenzó todo.
El vivía en Bogotá por su trabajo y solo lo veía en fechas especiales, pero a mis doce años él se mudo a la casa materna y consigo trajo muchos libros de recetas a color y todos los domingos cocinaba para la familia. Esos libros fueron claves para averiguar sobre otros y acerca de otras comidas y productos que comencé a probar a lo largo de mi adolescencia. Me volví experto en comida colombiana y de mi región Ciénaga-Magdalena, y de mi gran amor, la comida de mar.
Cuando ya estaba trabajando como publicista, siempre estuve relacionado con el sector de los restaurantes y hoteles. Conocí chefs de diversos países, con quienes me mantuve en contacto aprendiendo y con quienes logré acceso a productos que acá no habían. Eso amplio mi horizonte de sabores, ideas, platos y mi primer consejo: conoce los productos de tu región.
Los fines de semana creaba comidas muy exclusivas para 6 personas (clientes de publicidad), afianzando las relaciones para que los contratos siguieran. De ahí, más de uno me contrataba para preparar las comidas de sus fiestas o eventos y para comidas a cuatro tiempos en mi propia casa, ya que les gustaba esa experiencia.
Hacen 6 años, un cliente de un restaurante me contrató como su chef. Después empecé a trabajar la cocina tiempo completo y me hizo feliz, y fui dejando de lado poco a poco la publicidad y empecé a vivir de este oficio.
Hoy en día tengo a Zungotogo, doy clases particulares y talleres en grupo de muchos tipos de comida, estoy próximo a sacar un libro, asesoro restaurantes, atiendo eventos y muchas marcas relacionadas a la gastronomía, han confiado en mi trabajo y me tienen como embajador suyo.