Oops!... Lo sentimos, este sitio se ha desarrollado para navegadores modernos con el fin de mejorar tu experiencia.

Para que lo puedas disfrutar es necesario actualizar tu navegador o simplemente descargar e instalar uno mejor.

ACTUALIDAD

Publicado 12 mayo, 2018

Soy madre, soy mujer, soy imperfecta

Hay vida personal después de una separación, aun con hijos, horarios y compromisos de por medio. Y todos los prejuicios en contra.

Te separaste, superaste el duelo inicial o lo estás dejando atrás, hace rato que tiraste las horribles pantuflas de tu ex a la basura y asumiste que cuando a él le toca estar con tus hijos es tu turno de vivir tu propia serie más allá de Netflix. Eres joven, quieres tener una sexualidad plena o, por lo menos, regular, pero el mundo te lo hace difícil. Ocurre que, si una joven mujer divorciada quiere vivir una historia de amor, apenas asome las narices a esta nueva primavera se dará cuenta de que no siempre es algo bien visto y que, muy probablemente, una parte de su vida tendrá que volverse clandestina. Si se enteran de que te estás viendo con alguien, muchos de tus amigos te considerarán casi como una zorra, aunque no lo digan. A los hombres, en cambio, separados o no, nadie los condena por ningún motivo relacionado con su vida amorosa.

En la guardería, las otras «mamis», si olfatean que tienes un romance (una sonrisa abstraída y luminosa puede delatarnos), te mirarán torvamente en los corrillos de la entrada. Supondrán que andas de caza y que sus maridos están entre las presas, aunque intentes expresar (con un tierno emoji en el grupo de WhatsApp) que estás separada pero todavía guardas ciertos códigos. Y lo último (o lo primero) y lo más complejo al momento de dejarte llevar por “el sabor del encuentro”, será lograr concretar la cita. Pedir ayuda a los abuelos solo es posible si debes ir al médico o tienes algún compromiso laboral. Y si lograste armar el Tetris de alguna manera sana que te permita disfrutar la salida, es probable que la cita naufrague porque, justo cuando estás intentando mantener una charla aproximadamente interesante, tu ex te llama para decirte que Helenita se cayó de la cama. (Pregunta de por medio: “¿Estás ocupada?”. Respuesta de por medio: “No, no, ya voy”).

Tener una cita en estos tiempos es entrar en un mundo totalmente diferente al que dejaste cuando eras soltera. Aunque tu primer contacto sea en persona, hay una gran parte de la conversación que transcurre por las redes sociales. Te das cuenta de que no entiendes la mitad de las palabras, algunos mensajes ni siquiera son palabras, solo letras en mayúscula sin traducción. No manejas GIF ni recursos simpáticos como aquellas antiguas estrategias discursivas que utilizabas cuando estabas soltera. Punto número dos: antes podías pasarte meses viendo a alguien con quien improvisabas días y horarios de encuentro. Y durante todos esos meses, podías contar por goteo aquellos detalles de tu vida privada que uno conoce recién tiene una relación. Por ejemplo, las disputas familiares. Ahora, solo para llegar a la segunda cita, tienes que encontrar la manera de resumir que: los miércoles no puedes porque Juan tiene fútbol; ¿los jueves…?… a ver… ¡ah, no!, Emma tiene natación; los viernes, tú trabajas en horario nocturno… en fin. Una cantidad de información muy poco sexy que si tratas de eludir con un grosero “no puedo” o compartes tu Google Calendar, es posible que no te vuelvas a encontrar.

Para leer la nota completa adquiera la última edición de La Revista Actual

Comments

comments

AQUÍ

  • Publicidad

  • Publicidad