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CINE Y TV

Publicado 18 febrero, 2016

Los hermanos Joel y Ethan Coen se apoyan en un elenco de lujo capitaneado por George Clooney para burlarse en su nueva cinta «Hail, Caesar!» del Hollywood de la caza de brujas en su particular homenaje a la industria del cine de los años cincuenta del siglo pasado. En el filme, Clooney interpreta a Baird Whitlock, la estrella de una película de romanos que es secuestrado por dos extras por encargo de un grupo de guionistas convertidos al comunismo bajo el liderazgo de Herbert Marcuse. Eddie Mannix, productor y director ejecutivo en los estudios de Hollywood, un «hombre para todo» interpretado por Josh Brolin, deberá resolver no sólo este secuestro, sino también el embarazo de la actriz DeeAnna Moran, encarnada por Scarlett Johansson, además de lidiar con las columnistas gemelas Thora y Thessaly Thacker, a las que da vida Tilda Swinton.

«Todo podría ser real, quiero decir, es todo un poco extremo, porque son los Coen», señaló Brolin al referirse a la trama, en una entrevista con Efe en el marco de la Berlinale, donde la película fue proyectada fuera de competición dentro de la sección Berlinale Special. Según el actor, en el Hollywood de los cincuenta «había mucho poder, muchas drogas, mucha prostitución, muchas cosas que podías esconder y que ahora no puedes».

«Pero también se hicieron grandes películas», matizó Brolin, quien agregó que el film de los Coen «en el fondo está pensado como un homenaje» en el que los directores caen, como es habitual en ellos, en lo extremo y en la burla. También para Tilda Swinton hay mucho de real en esta película, al estar basada en la vida de Eddie Mannix y de otros «fixers», término con el que se conoce a las personas que «arreglaban» cualquier entuerto por muy complicado que pareciera y que eran los que «acostumbraban a dirigir Hollywood en los cincuenta». Según la actriz, la película habla de cosas menos graves, «como embarazos no planeados o alguien homosexual que tiene que casarse, pero en la realidad, la gente llamaba por la mañana diciendo ‘maté a alguien anoche’, y Eddie Mannix iba y lo arreglaba».

«Era un negocio realmente muy sórdido, realmente nada bonito y totalmente controlado por el estudio. Te decían cuál iba a ser tu nombre, cuál iba a ser tu imagen, como Hobie Doyle en esta película», dijo, al referirse al papel interpretado por Alden Ehrenreich. En los cincuenta, «como actor, tenías un contrato con el estudio, así que trabajabas para ese estudio y tenías una especie de regularidad» y de «seguridad» en el trabajo, mientras que hoy «eres más como un satélite» y «tienes momentos de desempleo», según Ehrenreich.

«Pero por otro lado, antiguamente tenías que hacer cualquier cosa que ellos quisieran, como ocurre en la película», explicó, al referirse a Doyle, que se ve obligado, por órdenes del estudio, a mutar de estrella de películas del oeste a galán de un filme de salón, incapaz de pronunciar una frase, para desesperación del director del mismo. A Doyle «le dicen que su imagen va a cambiar, que va a dejar de ser un vaquero estrella», que va a tener que llevar a una determinada chica al estreno de su película y eso «definitivamente sí pasaba», aseguró Swinton por su parte.

«Este mundo, esta forma particular de Hollywood, no creo que exista ya en Hollywood. Es un país diferente, es el pasado», agregó. En el Hollywood de entonces, «las estrellas del cine eran cultivadas como plantas, se les ponía tierra, se los regaba, y entonces iban a crecer», señaló Brolin, quien precisó que eso «ahora no es así», pues «ahora es más independiente». «Creo que muchas cosas están basadas en cosas reales que ocurrieron, pero adornadas muy a lo Coen, burlándose. Son realmente maravillosos haciendo broma de algo, pero al mismo tiempo expresado con mucho cariño y mucho amor», afirmó Ehrenreich.

Clooney, por su parte, recordó en la presentación del filme en la Berlinale que ya ha rodado cuatro películas «con estos tipos» -los hermanos Coen- y que cada vez que le envían un guion y le dicen que va a interpretar a este u otro personaje raro, siempre es «lo suficientemente tonto» como para aceptar. En esta ocasión, los Coen le reservaron a Clooney un rodaje en el que el actor no se desprendió en ningún momento de sus incómodas sandalias de romano y el correspondiente traje corto con sus accesorios a juego para, vestido de esa guisa, pretender, entre otras escenas memorables, mantener una conversación filosófica con Marcuse.

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