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MÚSICA

Publicado 8 octubre, 2016

Arrancó el Desert Trip Festival en California.

La clase incomparable de Bob Dylan y unos Rolling Stones explosivos y arrolladores, deslumbraron este viernes en el festivalDesert Trip, en una primera jornada que sólo fue el entrante de un impresionante cartel que presenta hoy a Paul McCartney y Neil Young, y el domingo a Roger Waters y The Who.

Vendido como el festival de festivales y como una ocasión irrepetible en la historia del rock, el esperado Desert Trip abrió sus puertas este viernes en Indio, la misma ciudad californiana que acoge el evento de música alternativa Coachella. El Desert Trip –un juego de palabras que evoca “el viaje” o alucinación bajo los efectos de las drogas en el desierto– durará tres días, para volver a comenzar con idéntico programa el fin de semana siguiente.La promesa implícita a los numerosos fans que concurran es que tal vez sea la última vez que puedan ver sobre un escenario a esos mitos vivientes.

En un entorno relajado y multigeneracional, quizá impropio del enloquecido desorden que se espera de un festival de rock, el amplio escenario se vistió al atardecer con tonos morados que se reflejaban en las primeras filas de asientos, dedicados a las entradas más exclusivas. Y cuando el sol se apagó sobre el desierto californiano apareció Bob Dylan refugiado tras el piano, con traje oscuro y sombrero blanco de ala ancha, para abordar una traviesa «Rainy Day Woman # 12 & 35» que, quién lo diría, en 2016 cumplió 50 años.

Desde hace tiempo, los conciertos de Dylan parecen un ejercicio de abstracción, de canciones disfrazadas e interpretaciones que vuelan tan libres que hasta cuesta identificarlas. Si el público espera copias calcadas de los discos, saldrá muy contrariado, especialmente por la voz quebrada y rugosa del de Minesota; pero si acepta las reglas del juego, encontrará sabrosas recompensas, sobre todo de la mano de una banda intachable con la que se puede ganar cualquier batalla.

Quienes no pidieron permiso para asaltar el escenario fueron The Rolling Stones. Una explosiva e infalible «Start Me Up» levantó de sus asientos, en un instante, a todo el público y plantó la semilla para un concierto atiborrado de dinamita, baile y nervio eléctrico. Ni un segundo tardó Mick Jagger, con chaqueta roja y azul y camiseta con el logo de The Rolling Stones, en comenzar su adorado desfile, miradas al público y gestos exagerados, propulsado, además, por las guitarras trenzadas y siempre excitantes de Keith Richards y Ron Wood.

La banda británica no llegó al evento de vacío ya que recientemente anunció la publicación del álbum «Blue & Lonesome», un regreso a sus raíces del blues y su primer trabajo desde «A Bigger Bang» (2005). De este nuevo disco tocaron «Ride ‘Em on Down», una versión que recordó sus orígenes en los años 60 cuando eran un grupo de jóvenes desafiantes de Londres que soñaban con emular a sus héroes del blues norteamericano Muddy Waters o Bo Diddley. No hubo muchas concesiones a su repertorio más íntimo, pero «Wild Horses» fue, desde luego, una de las canciones más celebradas de su presentación.

Never stop, never stop, never stop

A video posted by Desert Trip (@deserttripindio) on

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