Por: Mayra Lucía Ríos Castro / directora@revistaactual.com
Hoy, en este domingo soleado, aquí en el balcón de mi apartamento agradezco infinitamente a Dios, al universo por este privilegio de tener este tiempo para disfrutarlo y ser consciente de sus bendiciones. Increíblemente estoy viviendo aquí hace cinco años y es la primera vez que lo reconozco como una bendición y le agradezco por cobijarme y por permitirme usarlo en estos días de cuarentena.
Desde que desperté esta mañana, estoy aquí en el balcón. Después de disfrutar del desayuno sintiendo la brisa y el canto de los pajaritos que me deleitan mis sentidos, me he quedado feliz apreciando las plantas que gracias a mi empleada han crecido y están en un verdor hermoso. Observo la que está en el medio y me maravillo de la perfección de la naturaleza. Es una planta con tallo largo del cual nacieron tres hojas de distintos tamaños. Las tres surgieron de la misma planta y cada una vive a su velocidad y no hay ego entre ellas. Ninguna se siente más que la otra. Me saludan moviéndose de un lado a otro, como queriéndome mostrar que es un día especial. Y las saludo y les agradezco que estén aquí embelleciendo mi espacio.
A ti que me lees quiero invitarte a que revises qué tanto eres consciente del espacio en que vives y que por un instante lo recorras y le des las gracias por cobijarte, por acogerte durante el tiempo que has vivido en él.
Te confieso que estos días han sido mis mejores momentos conmigo misma. ¡Me maravillo de ser tan bendecida y de tener el tiempo que he tenido para ver lo que en cinco años no había visto!
Dios, gracias, gracias, gracias porque todo es perfecto en mi vida. Amo lo que soy desde mi alma y quiero trabajar para que mi ego no le gane a mi deseo de ser.