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CUENTO Y CRÓNICA

Publicado 30 junio, 2016

Los silleteros; la tradición a cuestas

En las montañas del departamento colombiano de Antioquia campesinos de todas las edades, de niños a ancianos, se preparan cada año para cargar a cuestas una tradición de más de medio siglo, la de desfilar con enormes arreglos florales para celebrar su cultura con una explosión de arte y color.

Son los silleteros, continuadores de los antiguos cargueros o faquines que se ganaban la vida llevando en sillas de manos por las escarpadas montañas del noroeste de Colombia a personas o productos, trabajo que acabó convertido en una tradición y evolucionó con formas artísticas.

Santa Elena, un corregimiento (caserío) perteneciente a Medellín, llamada la «Ciudad de la eterna primavera» por su agradable clima o «Capital de la montaña» por su orografía, es el hogar de los silleteros, campesinos que se dedican a cultivar flores todo el año y a finales de julio y comienzos de agosto bajan de sus fincas a desfilar con su arte a cuestas por la gran ciudad.

Esta tradición, declarada Patrimonio Inmaterial y Cultural de la Nación, hace parte de la Feria de las Flores, la principal de Medellín, que se prolonga por diez días y atrae a decenas de miles de visitantes.

«Ser silletero es lo más grande que nos han heredado nuestros ancestros, transmitir ese arte, esas escenas de flores y llevarlo a todo el mundo es un compromiso con la tradición«, dijo a Efe Luis Fernando Sánchez, uno de estos artistas-cargueros, durante una visita a la finca «El Pensamiento», un inmenso jardín en las colinas de Santa Elena.

Según su tamaño y diseño artístico, las silletas, construidas sobre una armazón de madera, se dividen en las categorías de «tradicional», «emblemática» o «monumental», pero también hay las «infantiles» o las «comerciales».

Como si de un tapiz se tratase, las más elaboradas forman con flores rostros de artistas, deportistas, políticos y personalidades, símbolos patrios, escenas de la vida cotidiana o mensajes alusivos a la cultura colombiana.

Sánchez, que aprendió el oficio con su abuelo y un tío, ha dedicado los últimos 20 años a esta tradición y desde hace cinco desfila cargando sobre sus hombros y espaldas una silleta «monumental» a lo largo de los 2.600 metros de avenida que se convierten en un multicolor mural de margaritas, dalias, claveles, girasoles y pensamientos, entre otras variedades.

«El año pasado me exageré con la silleta, me exageré con el arte, me exageré en el peso con una de 115 kilos», afirma sobre sus silletas, en las que suele utilizar cerca de 5.000 tallos de 78 variedades de flores.

Como Sánchez, hay niños y ancianos, incluso mujeres, que cada año esperan la llegada de la Feria de las Flores para exponer su arte ambulante en Medellín.

Una de ellas es María Josefina Londoño, quien a sus 77 años dice que la edad no le ha hecho perder el encanto que le supone desfilar con su pesado adorno floral.

«Es algo que me fascina, a veces me dicen que me van a llevar en carroza, pero a mí me gusta es caminar», afirma.

En la nueva generación de silleteros está Paola Rojas Londoño, una chica que no llega a los 30 años y que desde hace ocho se echa sobre su humanidad una obra de arte de casi 70 kilos.

«Es una experiencia gratificante, es lo mejor que he vivido, no veo la hora de que llegue la Feria de las Flores», dice.

El antropólogo Edgar Bolívar, un estudioso de la fiestas populares colombianas y en especial de la Feria de las Flores, explica que la pasión que la cultura silletera despierta se debe a que cuando desfilan encorvados por sus pesados adornos florales, estos campesinos «se están reconociendo entre sí».

Por eso el lema de la fiesta, acuñado desde sus inicios, por allá en el año de 1957, es: «Cuando pasan los silleteros es Antioquia la que pasa», recuerda.

«Nuestra base es la memoria, los desfiles de los silleteros están llenos de historias, esta cultura es muy nuestra», resume la secretaria de Cultura Ciudadana de Medellín, Amalia Londoño.

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