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ACTUALIDAD

Publicado 25 noviembre, 2016

Fuerza amazónica: El regreso de la Mujer Maravilla

Después de setenta y cinco años de espera, el anuncio de su largometraje ha generado muchas expectativas. La ONU, incluso, la nombró embajadora de los derechos de las mujeres, no en balde este personaje nació inspirado en mujeres activistas que defendían la causa sufragista, la igualdad de género y el empoderamiento femenino.

Por: Ignacio Castro Stolkiner

“¿Ven? Es fácil romper con las ataduras. Sólo tienen que saber que se puede”. Esta breve y contundente frase, lanzada por la Mujer Maravilla en una tira al romper las cadenas con que estaba inmovilizada, podría resumir la ideología de su comic. Una mujer fuerte que pierde sus poderes cuando está encadenada y que siempre termina rompiendo sus cadenas. La metáfora no podría ser más clara. La premisa: la princesa Diana, nacida en una isla habitada solo por mujeres, y donde reinaban la paz y la prosperidad, decide dejar su tierra natal para llevar de vuelta a su hogar al damiselo en apuros que fue a parar a su isla por accidente. Al llegar, se encuentra con un mundo lleno de injusticia y decide quedarse a luchar contra los nazis y el crimen en general. Cuando descubre que, en esta sociedad donde existen los hombres, las mujeres son oprimidas y relegadas a un lugar secundario, su desconcierto se vuelve rápidamente activismo en favor de sus derechos en la línea del feminismo sufragista de la primera ola. Pero todo esto ocurrió solamente en el cómic original, y a lo largo de sus sucesivas reversiones se ha puesto también a la Mujer Maravilla en algunos roles mucho menos honorables (por no decir francamente machistas) entre los que destacan secretaria “honoraria” de la liga de la justicia (conformada solamente por superhéroes hombres) y mecanógrafa despojada de sus poderes para ocuparse de su esposo.

Orígenes

“Ni siquiera las niñas quieren ya ser niñas si nuestros arquetipos femeninos están faltos de fuerza, fortaleza y poder”, sostenía William Moulton Marston, el psicólogo estadounidense que, en colaboración con su mujer, Elizabeth Holloway, creó el personaje. “Las características más valiosas de las mujeres se ven despreciadas por esta debilidad”. Si bien esta mirada hoy ha quedado arcaica, pues se maneja ampliamente la noción de que feminidad y masculinidad son categorías socialmente construidas así como lo es el género binario, en un contexto anterior a la segunda ola era una declaración feminista clara. El psicólogo sostenía que los valores asociados a la feminidad (equidad, amor, paz)  y despreciados por la cultura misógina podían ser recuperados y resignificados como positivos. Marston había tenido un fuerte interés por el feminismo desde la universidad, en donde presenció cómo se le prohibía dar una conferencia pautada a la sufragista Emmeline Pankhurst. Además, fue fuertemente influenciado por su esposa, una feminista militante que, en épocas donde pocas mujeres seguían carreras universitarias, había logrado hacerse con tres títulos y era una académica exitosa. Ambos compartían el hogar con Olive Byrne, otra fuerte influencia de Marston, con quien sostenían una relación poliamorosa. Byrne era militante también y sobrina de Margaret Sanger, activista famosa por sus campañas sobre planificación familiar y contracepción.

Cuando Marston comenzó a trabajar para DC Comics (la principal empresa de publicaciones de superhéroes), su carrera académica estaba en un impase. Había ganado cierta trascendencia como inventor del primer detector de mentiras, que luego había sido prohibido por el FBI, y se ganaba la vida dando clases en algunas universidades no muy prestigiosas. Consiguió el cargo de consultante educacional en DC Comics tras mandarles una carta fundamentando por qué los comics no estaban aprovechando todo su potencial y fue encargado con la tarea de crear un héroe con que llenar ese vacío. El psicólogo estaba convencido de que quería crear un superhéroe que diera cuerpo a los valores de femineidad que él sentía que estaban ausentes entre las publicaciones de la compañía. Contra personajes que hacían un culto de la violencia, Marston quería un héroe que abrazara la equidad y el amor como valores esenciales. Discutiendo con Elizabeth al respecto de este nuevo tipo de héroe, esta le replicó: “Muy bien, pero hazla mujer”. Nacía así la Mujer maravilla. Al lazo de la verdad heredado de su fallido invento, este le agregó los brazaletes metálicos que Byrne solía usar. William era un confeso aficionado al fetichismo y las ataduras (incluso había realizado investigaciones en su campo al respecto de estos temas), y tomó de la estética pin-up (que en ese entonces había popularizado estas tendencias) la vestimenta, la frecuente secuencia de la amazona encadenada y los juegos con sogas que caracterizaron a su heroína.

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