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CUENTO Y CRÓNICA

Publicado 17 marzo, 2016

El arte de vestirse con ropa usada

Texto y fotos: Rafael Caro Suárez.

Nancy Tirano (47 años) cree tener la clave para reconocer la calidad de una prenda de vestir. Como propietaria de dos compra-ventas de ropa usada en el sector de Chapinero (en Bogotá), y con más de 30 años de trayectoria en este negocio, aprendió a agudizar vista y tacto para identificar posibles imperfecciones. Su ritual, que consiste en observar minuciosamente las prendas que le llegan a las manos, aplicándoles suavemente las yemas de sus dedos para escrutar pliegues y costuras, tiene una razón: “No le puedo quedar mal a mis clientes vendiéndoles cualquier andrajo”, explica.

Estos establecimientos comerciales se proveen de todo tipo de artículos de vestir de segunda mano, que luego se venden a un precio mayor al inicial. En Bogotá, además del sector de Chapinero –que es uno de los más cotizados de la ciudad a la hora de buscar un buen ‘segundazo’–, también está la Plaza España en pleno centro capitalino. 

Todos los días, hacia las nueve de la mañana, estos negocios abren sus puertas y exhiben coloridas chaquetas, buzos de diversas materias primas, camisetas deportivas y otras elegantes, pantalones, zapatos y en general todo tipo de vestimenta que, preferiblemente, debe ser de marca estadounidense. A diferencia de un almacén de ropa nueva, donde las vitrinas se adornan con maniquíes y accesorios llamativos, en las compra-ventas los productos se ofrecen en ganchos de ropa, acomodados en tubos repletos de prendas. 

Uno de estos almacenes es Expression NA, de la señora Nancy Tirano. A pesar de ser espacioso, la ropa lo hace ver pequeño: todos los rincones están atiborrados, y en los corredores apenas se puede caminar. Perderse por estos pasillos tapizados de chaquetones y sacos se convierte en una experiencia fascinante para las personas que ingresan por primera vez: “Tú vienes por un impermeable, y terminas llevando también una camisa, un pantalón o unos zapatos, porque todo es barato”, afirma Leonel, un joven universitario al que un amigo le recomendó ir, “por economía de la buena ropa que se consigue”. 

Para fortuna de Nancy y otros propietarios de estos locales, la clientela nunca falta. Un breve recorrido por este sector, que abarca desde la Avenida Caracas con calle 49, hasta la carrera 13 con calle 63 (aproximadamente), sirve para corroborar que una gran cantidad de personas frecuentan estas compra-ventas. Estilos New York, Robin Hood, Clothes, Mercado Internacional, Used Corner, Tribus Urbanas, Charleston, Thrift Store, Don Julio, Colección Original, Chapinero Clothes Shop y Ropa La Francesa, son algunos de los avisos que se observan en sus vitrinas. 

Los almacenes de ropa de segunda se proveen del mercado espontáneo establecido por personas que, al tener la intención de renovar su armario, o querer salir de alguna prenda que ya no les queda, salen a venderlas. Como en una de las frases más célebres del diseñador y empresario italiano Giorgio Armani: “Nadie debe vivir prisionero en su ropa”, los clientes de las compra-ventas entienden que la ropa es para usar y convidar, no para darle sepultura en un closet.  

A esos veleidosos de la moda, Nancy los considera sus proveedores, porque son quienes le surten el negocio de artículos ‘nuevos’ (bueno, ligeramente usados). Nancy se ha dado cuenta de que algunos son viajeros compulsivos que van y vuelven de Nueva York, Los Ángeles o Miami; también de España y otros países europeos . “Ellos se van con el equipaje ligero, porque allá compran la ropa que necesitan utilizar durante su estadía; y al regresar la venden porque ya no la necesitan”, analiza.

Otros se deshacen de ropas cuyas tallas ya no les quedan. “Por ejemplo, hace diez minutos vino una señora de unos 55 años, a la que le mandaron una ropita de Miami, pero no le quedó buena”, relata. Esta cliente le ofreció un par de zapatos para dama –cuero negro, tipo Mafalda–, unas zapatillas de tacón corrido, una blusa esqueleto de buena marca y unos pantalones entubados; por esos artículos, Nancy le ofreció 30 mil pesos. “La señora aceptó, porque en ningún sitio le quisieron comprar esas prendas”, asegura.

Moda al alcance de todos

«Nuestro trabajo debería hacer soñar a la gente», solía repetir el diseñador italiano Gianni Versace, fundador del emporio que lleva su apellido como nombre. Y tenía razón, tal y como lo constata Nancy: “Uno se siente pleno cuando la gente sale feliz del almacén, con una sonrisa de oreja a oreja luego de armarse una buena pinta”.

La escena que llena de satisfacción comienza, casi siempre, con el cliente mirándose al espejo, maravillado con su nueva adquisición. Algunos, parcos, le dicen: “Sí, lo llevo”; otros más efusivos, le susurran: “¡Que bacanería!”; mientras los más atrevidos vociferan: “¡Esto sí está una rechimba!”, además de otras expresiones más agrestes pero que también reflejan lo que sostiene Versace: la buena ropa nos hace sentir que vivimos en un mundo mejor, uno donde los sueños se pueden hacer realidad. 

Eso es exactamente lo que hacen los negocios de ropa usada: poner al alcance de cualquier bolsillo ropajes importados cuyos precios astronómicos, cuando eran nuevos, los hacían inaccesibles para muchas personas; y es ahí donde radica el éxito de las compra-ventas. Nancy Tirano aduce que es por “la relación costo/beneficio de la mercancía. Por eso la gente termina dejando sus prejuicios para comprar ropa usada”. 

Eso sí, resalta, la buena calidad de estas prendas es otra razón de peso. Nancy asevera que la ropa usada es a veces mejor que la nueva: “Hay prendas, como las que llegan de China, que se dañan a la primera o segunda postura. En cambio nuestras  ‘ligeramente usadas’ aguantan hasta un tercer dueño. Eso sí es calidad”.

Para Ángela Villanueva, propietaria del almacén Mercado Internacional, los precios asequibles no son la única razón de la popularidad de los ‘segundazos’. “Hay gente que piensa que nuestros locales son para gente humilde y de escasos recursos. Pero aquí también viene gente muy pinchada, de platica, a comprar ropa fina”, explica, y pone como ejemplo a Rodolfo y Jairo, dos clientes habituales que acuden cuando ella los llama a informarles sobre la llegada de trajes para ejecutivos de marcas prestigiosas como Armani, Hugo Boss, Versace y Prada, por los que se paga buen dinero. 

Otra táctica empleada por las compra-ventas para promocionarse, es utilizar un eslogan elocuente: “Más por menos”, por Used Corner; “De todo para todos”, en Tribus Urbanas; “Ropa de ayer y de hoy” en Universitarios #1; “Todo tipo de ropa americana” en Colección Original; “Zapatillas originales” en Stylos New York y también en Chapinero Clothes Shop; y quizás la más original, en Expression NA: “Ropa ligeramente USAda”. “La gente se ríe del letrero” –admite Nancy–, “pero ese ha sido el gancho, el que me ha traído clientela”, agrega.

No en vano una buena cantidad de gente del teatro y la televisión nacional, y hasta músicos famosos, se han convertido en clientes de estos locales: El ‘Gordo’ Benjumea, Andrea Echeverri, Nórida Rodríguez, Pedro Palacio, Andrea Nocetti, Catalina Aristizábal, Sergio Barbosa, y productores de los canales Caracol y RCN, y las productoras Teleset y Televideo, han llegado a preguntar por las prendas.

Tiempos de crisis

Nancy sabe que cuando en el país hay crisis, el bolsillo de todos los colombianos se resiente y esto, en consecuencia, merma sus ganancias. “Yo sé que hay crisis cuando viene menos gente a comprar, o los que llegan piden mucha rebaja. Pero igual aquí seguimos en la lucha”.

Otra cosa que no les cae en gracia a las compra-ventas son los paros promovidos por taxistas, estudiantes, trabajadores o cualquier otra colectividad con bloqueo de vías públicas incluido. “Eso nos perjudica porque llegan en tumulto a echar piedra, y la Policía les responde con gases lacrimógenos. Varias veces nos ha tocado cerrar nuestros locales y salir corriendo”, recuerda.

Pero haya crisis o bonanza, estos comerciantes saben que los colombianos siempre buscan una disminución en el precio. “Acá viene el rapero, el rockero, el bohemio, el ñero, el gomelo, el ejecutivo y la ama de casa: todos, sin falta, piden descuento”, sostiene Ángela, publicista que, debido a una racha de desempleo que se prolongó más de lo debido, optó por dedicarse al negocio de la ropa usada. 

“¡Es verdad! La gente pide mucha rebaja, pero tenemos unos topes sobre los cuales no nos podemos bajar, de lo contrario trabajaríamos a pérdida”, complementa Nancy, quien considera que la esencia de un buen regateador son sus buenos modales: “Porque la gente agresiva, déspota y grosera, hace que uno les dé duro con el costo. Algunos aprenden a respetar y regresan arrepentidos”, dice.

Pero en las compra-ventas no todo lo mueve el dinero. Algunas veces, tal y como le ha pasado a Nancy, el corazón se les ablanda cuando llegan personas con poca capacidad de compra. “Uno se da cuenta cuando analiza sus reacciones… Yo les he regalado ropa, por ejemplo en diciembre cuando hay buenas ganancias. Entonces les doy rebajas que incluyen encime de ropa, pero solamente lo hago con quienes de verdad lo necesitan”, advierte.

Uno de sus clientes más humildes fue un vendedor de hierbas y limones que llegó a su local en una tarde lluviosa, sus zapatos desbaratados, los pies embarrados y mojado hasta el tuétano. Nancy le compró una docena de limones, y cuando advirtió el estado deplorable de su calzado, le dijo con semblante de madre amorosa: “Mijo, vaya busque unos zapaticos que le queden buenos”. La felicidad del muchacho al salir estrenando tenis, y sin pagar, fue un bálsamo para el alma de Nancy: había hecho, sin proponérselo, el buen acto del día.

En las compra-ventas cada prenda esconde una historia personal: la chaqueta Levis que llevó un ejecutivo recién llegado de Estados Unidos, será tres meses después la que amaine el frío de algún joven empleado que se gana el salario mínimo; el traje de novia que utilizó una mujer hace dos años será luego el que vista de ilusión a una nueva enamorada que fijó su compromiso matrimonial. “Todo eso es posible cuando tu vendes mercancía desde los 5 mil pesos en adelante”, afirma Carolina Martínez, vendedora de Clothes. 

Por eso Nancy le extiende la invitación a las personas que todavía no han tenido la ocasión de vestirse con un buen ‘segundazo’: “Recuerden que aquí no vendemos ‘chiros viejos’, sino ropa que es buena, bonita, barata, y de marcas prestigiosas. Nosotros estamos convencidos de que vestirse, en el fondo, es un arte”.

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